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A cincuenta años del movimiento de 1968 en México

Carlos Figueroa Ibarra

El 2 de octubre de 2018 se cumplieron cincuenta años de la masacre en la Plaza de las Tres Culturas, ubicada en la unidad habitacional de Tlatelolco de la ciudad de México. En los últimos 48 años, a partir de mi arribo a México para estudiar la carrera de sociología en la UNAM, he escuchado recurrentemente el grito de “2 de octubre no se olvida”. Ciertamente, no se ha olvidado: en México llevamos medio siglo conmemorándola. En el plano de la justicia, difícilmente se podrá hacer pagar a los responsables de dicha infamia. Casi todos han muerto y el último sobreviviente, el ex presidente Luis Echeverría, hoy un anciano nonagenario, ha sido exonerado de las responsabilidades que pudo tener en este hecho al igual que en la matanza del 10 de junio de 1971. Pero el 2 de octubre ha triunfado en el plano de la memoria. La masacre de aquél miércoles en la tarde perdura en el imaginario de amplios sectores del pueblo mexicano. Y Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) se ha convertido en encarnación del oprobio. Falta todavía que triunfe en el plano de la verdad, que se abran los archivos y se sepa exactamente qué fue lo que sucedió, quiénes fueron los autores intelectuales y materiales, cuántas víctimas hubo.

La matanza del 2 de octubre significó una derrota para el movimiento del 68 en México. Culminó así una jornada extensa de movilizaciones populares urbanas, principalmente en el entonces Distrito Federal, que exigían democracia y libertad así como la liberación de varias decenas de presos políticos. Al final, el movimiento terminó abortado en medio de un mar de sangre y se contabilizaron alrededor de 400 presos políticos más. Las olimpiadas de 1968 en México pudieron celebrarse en medio de una aparente normalidad y el régimen encabezado por el PRI-Gobierno recuperó su estabilidad. Pero dicho régimen había quedado tocado y sus ideólogos más lúcidos, entre ellos don Jesús Reyes Heroles, advirtieron que tenían que hacerse cambios para que todo siguiera igual. A la larga y en medio de continuos brotes de resistencia, el orden establecido por el PRI tuvo que cambiar y no pudo absorber de manera reaccionaria esos cambios. EL PRI perdió la presidencia del país a manos de la derecha encabezada por el PAN y ahora el monstruo bicéfalo del neoliberalismo, el PRIAN, ha sido derrotado por un proyecto político de carácter posneoliberal que lidera Morena.

Cincuenta años después de su terminación abrupta en medio de la represión que lo derrotó, el ciclo abierto por el movimiento de 1968 en México ha concluido. Estamos en las vísperas de una IV República, llamada hoy “la cuarta transformación”, una transformación que aspira a realizar las banderas que dicho movimiento enarboló: entre otras democracia con justicia social, ausencia de represión, destierro de la corrupción, libertades civiles, tolerancia hacia los diferentes. Sin embargo, los próximos tiempos hay que vislumbrarlos con realismo, la cuarta transformación se realizará en medio de obstáculos y contradicciones que habrá que sortear. Pero ya hemos empezado.

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Carlos Figueroa Ibarra
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