Ayúdanos a compartir

Hay que diseñar cambios estructurales sin la sangre que, como país, ya pagamos.

María Aguilar

Ayer se conmemoraron 75 años de la Revolución del 20 de octubre de 1944. Hecho trascendental en la historia de Guatemala, cuyo legado debe seguirse analizando y discutiendo críticamente para complejizar los logros y aciertos, pero también para cuestionar conscientemente el contexto histórico de la época, sus errores y limitaciones. Sobre todo, porque el abrupto fin de ese periodo político, de 10 años, marcó un parteaguas en la historia social y económica de Guatemala y de la cual el país aún no se repone. 

Hasta el presente, son muchas las voces y experiencias que han quedado fuera de la narrativa histórica de la década revolucionaria, por ejemplo el papel de las mujeres y los pueblos indígenas. Pero también, en la historiografía latinoamericana, la revolución guatemalteca no ha sido analizada al mismo nivel de otras revoluciones latinoamericanas, como la mexicana (1910), boliviana (1952) o la haitiana (1791-1804). Son pocos los historiadores o académicos que atan su importancia y legado con procesos geopolíticos más amplios. Hasta hoy, la literatura existente se queda corta para discutir ese evento histórico. 

Estas corrientes son necesarias corregirlas o enriquecerlas porque, la historiografía tradicional marca el comienzo del conflicto armado en 1960. Sin embargo, las evidencias muestran que inició con el golpe de Estado de 1954, que puso fin al gobierno del coronel Jacobo Árbenz Guzmán. Este golpe, financiado por la CIA, elites económicas, la jerarquía de la iglesia católica, estudiantes universitarios anticomunistas y sectores del ejército dio comienzo a una batalla violenta contra opositores, que en las décadas posteriores evolucionaría a una cacería de brujas, donde toda voz disidente se convirtió en un “enemigo interno”. El anticomunismo y su violencia acabó con generaciones y al fundirse con el racismo terminó en un genocidio en regiones indígenas. 

El periodo revolucionario tiende a dividirse en dos momentos, el moderado que corresponde a la presidencia de Juan José Arévalo y el más ambicioso de Árbenz. Esta simple división deja temas por discutir. Por un lado, están los límites de la moderación política en un país tan desigual, racista y excluyente como Guatemala. Tema prevaleciente, aún hoy, cuando desde 2015 se buscan reformas y desgraciadamente las opciones terminan siendo las de aceptar soluciones dentro del mismo esquema corrupto y con los mismos actores. 

Por otro lado, la presidencia de Árbenz y la imparable represión muestran los límites de cambiar un sistema explotador y luchar contra elites económicas, militares y religiosas conservadoras, corruptas y explotadoras. A 75 años de la Revolución, hay que diseñar cambios estructurales, sin la sangre que, como país, ya pagamos. 

Fuente: [https://elperiodico.com.gt/opinion/2019/10/21/a-75-anos-de-la-revolucion-de-octubre-de-1944/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

María Aguilar Velásquez
Últimas entradas de María Aguilar Velásquez (ver todo)