A 60 años de la ignominia
Carlos Figueroa Ibarra
En Indonesia la matanza de 200 mil personas acusadas de ser comunistas es recordada como una epopeya patriótica. Los genocidas son considerados héroes de guerra. Los comunistas, reales o supuestos, son recordados como un cáncer que los patriotas extirparon de tajo. Por supuesto, fuera de Indonesia la ignominia es recordada de otra manera. Los especialistas evocan lo sucedido en la Indonesia de 1965, como uno de los grandes genocidios del siglo XX. En Guatemala, a diferencia de Indonesia, la memoria está dividida y la división se ha manifestado de manera abierta en los últimos tiempos. Las derechas recuerdan al derrocamiento del presidente Jacobo Arbenz como una gesta patriótica que salvó a Guatemala de las garras del comunismo. Por ello el acontecimiento es concebido como una “liberación” que hasta ha nombrado a un boulevard de la ciudad de Guatemala. La ultraderecha se apropió de la noble palabra de “liberación” y los anticomunistas se convirtieron en “liberacionistas”.
Por supuesto, los especialistas en tal acontecimiento miran la contrarrevolución de 1954 con otros ojos. Lo consideran como el parteaguas que sumió a Guatemala en un conflicto cruento que a la larga habría de costarle la vida a 200 mil guatemaltecos. Los ideólogos anticomunistas concibieron al conflicto que terminó derrocando a Arbenz, como la lucha de la “democracia contra el comunismo” o de la “civilización cristiana y occidental contra el ateísmo totalitario y materialista”. En realidad el conflicto que dividió a Guatemala durante muchas décadas, fue entre un proyecto oligárquico que buscó defender los privilegios e injusticias del capitalismo agroexportador heredado de la reforma liberal de 1871 y un proyecto de nación que se enmarcaba en los límites de un capitalismo democrático, asentado en el mercado interno y la industrialización. Por ello la derecha anticomunista a través de la contrainsurgencia no solamente asesinó a comunistas y revolucionarios radicales, sino también a socialcristianos, socialdemócratas, nacionalistas revolucionarios o demócratas a secas.
El 27 de junio de 2014 se cumplirán 60 años de la ignominia que ha marcado a Guatemala hasta el día de hoy. En vez de un sistema democrático con un ejército apegado a la institucionalidad y un sistema de partidos estable, vivimos durante la segunda mitad del siglo XX una dictadura militar y genocida aliada a un bloque de partidos de extrema derecha. En lugar de un desarrollo nacional sustentado en el desenvolvimiento agrario, expansión del mercado interno, campesinado en dignidad y prosperidad, industrialización de alguna envergadura, soberanía política e independencia económica, lo que vivimos fue un capitalismo agroexportador asentado en el latifundio y la expoliación, una industrialización frágil y limitada al mercado común centroamericano, exclusión de una gran parte de la población.
Hoy Guatemala es una sociedad descompuesta. Al capitalismo excluyente le ha sucedido la calamidad neoliberal. Los anhelos destruidos en 1954 siguen vigentes, pero ahora se le suman los derivados de una sociedad con mayor marginalidad desigualdad, y corrupción. Y con una violencia delincuencial que en número de víctimas pronto será igual a la del genocidio.
Conmemoremos lo perdido. También lo que hubiéramos ganado.
Hoy Guatemala es una sociedad descompuesta. Al capitalismo excluyente le ha sucedido la calamidad neoliberal.
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