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492 años

Ese año significa conquista, inicio del genocidio contra el pueblo k’iche’.

Irmalicia Velásquez Nimatuj

Aunque no se conoce con exactitud la fecha en que la ciudad de Quetzaltenango fue renombrada por Pedro de Alvarado se celebraron 492 años de su “fundación” con actos protocolarios en los que sobresalieron discursos generales y actividades celebratorias que se caracterizaron por obviar el significado histórico y crítico de este acontecimiento. Esto implica que al ser un hecho histórico que afectó y se convirtió en un parteaguas para la población originaria que vivía en esas tierras no puede ser interpretado únicamente como una fecha festiva, sino como una etapa compleja que implicó el inicio del proceso de colonización que buscó someter al pueblo k’iche’, que se rebeló e inició la resistencia al Ejército español desde lo que hoy es San Martín Zapotitlán, Retalhuleu.

Los k’iche’ no aceptaron someterse, por eso, se enfrentaron en múltiples batallas que sostuvieron a lo largo de 1524. O sea, ese año –para los indígenas conscientes y conocedores de su pasado– significa conquista, inicio del genocidio contra el pueblo k’iche’ y que más tarde se extendería al resto de pueblos indígenas incluyendo a los que negociaron con los invasores, violación masiva de las mujeres indígenas, el despojo de sus tierras, sin piedad quemar vivos a sus autoridades, el inicio de diversos procesos de servidumbre o la muerte masiva por enfermedades que sus cuerpos no conocían.

Por lo tanto, para los k’iche’ conscientes no hay nada que celebrar.

Sin embargo, para estas actividades la totalidad de las voces públicas de Quetzaltenango se caracterizaron por apelar a que de sus entrañas han emergido desde 1524 al presente una serie de personajes –en su mayoría hombres, ladinos, de clase acomodada y del área urbana– que desde la política hasta las artes, han aportado al país, pero casi nadie hizo referencia a que estas celebraciones deben de cuestionar la parcialidad de la historia que festeja y que se hace sobre el primer genocidio de poblaciones k’iche’. Por eso, deberían de servir para armar eventos reflexivos sobre el pasado y sobre cómo ese pasado ha definido el presente. Y de cómo el presente está siendo delineado por esas históricas opresiones que no han desaparecido, sino que se han sofisticado.

Por lo tanto, para los k’iche’ conscientes no hay nada que celebrar.

Fuente: [http://elperiodico.com.gt/2016/05/21/opinion/492-anos/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Irma Alicia Velásquez Nimatuj