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Soy canto fenicio

en el altamar

sobre la tempestad

arrancada a besos

del mundo

de los pensamientos

arando la corteza

con mi guitarra

de madera ronca

y pipa

para atraer pez vela

y buena suerte

en noche de coros

alegremente

desentonados

por las estrellas

y tripulación de patanes

que palpitan

encendidos en escocés

sin brújula

y que se cortarían

las orejas por vivir

un nuevo momento

de libertad a la deriva

en sus vidas

apagadas por esa sociedad

mediocre.