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A un perro
que del alba al mediodía
entró al puerto de la noche.

Sobre las soledades desciende el abandono,
exigua paz desde el origen.

En la oscuridad cruzas la rielada
pureza de las palabras y su atavío.

Los girasoles, como cristales caen sobre el mundo.

Son las glorias vueltas hacia ti,
son las playas, las catedrales de nubes
y sus cuerpos de ángeles
que descienden, y pacen en esta hierba.

Pueblo bien amado sobre el pecho del rocío.

¡Pétrea alma de las soledades!

Fúndese aquí y ahora sobre el ropaje perfumado
la tiniebla y su filo de venganza.

Oh criatura gallarda de ennegrecidos dibujos:
festones de duelo a galope
como moradores del viento.

Oh desniveles crueles, su bruma equivoca
el lugar de los recreos;
crece la ortiga de la incertidumbre,
se incrusta madera adentro del corazón
el inhumano clavo,
el negro punzón sobre el pasto de tu olfato,
el cruel escalón atropella tu paisaje perfumado.

Torpe de los aromas mi voz rueda,
se hace añicos cuando te hieres.

Sufro por ti,
por la noche inexplicable.

Y el alma en clausura,
secretamente navega
hacia el abrigo de los rostros.

* Genaró Castelán, maestro de talleres literarios y escritor de gran talento. Mi maestro. Pero su mismo talento lo hacía exigente con sus trabajos a niveles poco sospechados. El sólo pensar en publicar un poema o un cuento le hacía sudar las manos y la mayoría de las veces poemas o líneas excelsas tenían como destino el cesto de la basura. Esa era la regla principal para él: el escritor no lo es porque publica, sino porque escribe.

Uno de los muy pocos poemas que se permitió publicar es Simón, dedicado a un perro suyo que quedó ciego y al que amó con letras mayúsculas. Genaró Castelán falleció hace unos 6 meses. Sirva de homenaje publicar nuevamente su poema, aparecido originalmente en revista Rayuela.  Julio C. Palencia

Julio C. Palencia
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