Hoy es una de esas noches
en las que el dolor me embarga
y me lleva a preguntarme
si alguna vez podré de él por fin librarme.
Hace muchos, muchos años
que siento todo el tiempo unos dolores
en el cuerpo
que resulta muy poético decir
que jamás han sido ellos comparables
al dolor que he padecido en el fondo de mi alma.
Mas no es cierto, no lo es.
Los dolores que he sentido en mi cuerpo
sin aliento me han dejado
y en la cama me han postrado
provocando algunas veces el deseo
por que el ángel de la muerte pronto me visitara.
Los dolores que en mi alma han anidado
fueron fuertes, muy intensos,
mas ninguno provocó
que en las Parcas yo pensara.
¿Es que acaso el dolor de los amores
en mi alma no ha dejado una profunda huella?
La ha dejado; sí la ha dejado;
mas, si bien en el recuerdo
quedó su historia grabada,
ya la angustia es superada
y ningún dolor provoca al alma
cuando vienen los recuerdos.
¿Soy acaso una mujer que en hielo
el corazón ha convertido?
¡No por cierto! ¡No soy fría!
Es que los golpes dejan huellas en el cuerpo;
y las heridas, cicatrices.
Los efectos de la luna en los huesos son tan reales
que Selene viene siendo la causante
de querer volver el tiempo a ese momento
en que el dolor completamente me era ajeno.
Ahora que, si bien lo pienso,
no es la luna la culpable únicamente
pues hoy vienen a aumentar su fuerza, sus hermanos,
que inexorablemente se alinean
marcando juntos, nuevamente, el inicio de una Era.
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