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****Con María en la Soledad***

Un cataclismo de imágenes de crueldad

invaden mi mente…

Y siento una rabia que apenas logro

controlar…

Lo he visto azotado, humillado y abandonado

por todos los que un día se dijeron sus amigos,

lo vio crucificado agonizar y aun en medio de

ese suplicio ser blanco de burlas y oprobios sin final.

Lo vi expirar y aun así no vi que la maldad se llegara

a apagar… Luego te vi llorar y como esa espada de

dolor punzaba hasta lo más profundo de tu alma.

Cayendo el cuerpo sin vida del madero tu lo recibes

con la ternura de una madre recibiendo a su bebe…

En una escena que parte el alma y conmueve.

Veo sobre ti todo el dolor de los abandonados y de los

que ven como sus amados han sido ajusticiados,

buscando redimir una justicia que se hace esquiva

cuando se trueca por los intereses egoístas y temporales

de quien sustenta el poder.

Madre Dolorosa eres la Rosa de este clavel que desecho

las espinas que coronaron al Maestro clavándose en su

frente y en tu pecho que así  vacio y desecho recibe

los despojos del que fue…

Mi vida daría para que todo fuera tan solo una pesadilla,

o una ingrata visión y no la verificación de lo que dijeron

de Él los profetas…

¡Oh María! Veo tu corazón atravesado y siento el mio

Congelado por una tristeza que me hiela…

¿Qué puedo hacer? ¿Qué te puedo decir?  Pues si abriera

mi boca seria para maldecir a aquellos que lo ejecutaron.

Si levantara mis manos seria con la espada para buscar

vengar la sangre de un justo que fue derramada,

pues quizás eso mitigue estos sentimientos encontrados

que siendo cuando veo su cuerpo mutilado.

Pero tú no dices nada…No reniegas, no maldices…

Y mis sentimientos como codornices vuelan espantados

quedando solo un vacio lapidario.

Tu levantas la mirada y sin decir nada llevas a mi alma

Un consuelo, una paz que no se explicar…

Pero que cual si fuera medicina va recorriendo a través

de mis venas por todo mi cuerpo.

Hoy en esta soledad que clausura puertas y ventanas,

en esta soledad donde mis plegarias ya no son para pedir,

si no para escuchar con los oídos del alma.

Hoy en esta inmensa tristeza que deja su partida…

En esta confusión de sentimientos encontrados…

En este dolor de hieles y recuerdos crueles…

Tu Madre de la Soledad no dices nada

y a la vez dices tanto que mi cabeza no es

capaz de procesarlo, ni mi corazón de contenerlo.

Pero navegare contigo me subiere a tu barca

hacia esos mares que solo se pueden recorrer

en esa barca que se llama fe y que lleva una

vela izada de esperanza.

Oxwell L’bu