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Vergonzosa homofobia

Carlos Aldana

Lo ocurrido en Orlando ha hecho que aflore la vergonzosa homofobia que tenemos instalada en nuestro país. Desde las bromas hasta las reacciones más agresivas derivadas de ese terrible hecho que costó 50 vidas, tenemos que lamentar que la absoluta falta de respeto a la diversidad se traduzca en violencia rancia hacia las personas homosexuales.

Empieza a discutirse si fue o no homofobia, o si fue por asunto religioso, o si simplemente fue un acto de alguien enloquecido lo que sucedió en esa discoteca. Para el caso de nuestra realidad, eso termina siendo irrelevante porque las reacciones demuestran que no hemos podido transformar esa honda resistencia al derecho que todo ser humano tiene de manifestar su orientación o preferencia sexual. Lo irónico es que generalmente los más duros, salvajes y hostiles son aquellos que, o realmente son homosexuales reprimidos, o sienten que podrían serlo. Por supuesto, también la homofobia se encuentra en aquellos individuos que no aprendieron jamás la ética del respeto al otro, ni la maravilla de la diversidad, ni el compromiso por la integridad y la dignidad de todo ser vivo.

Habrá otros casos en los que la homofobia proviene de la ignorancia, maximizada por los estereotipos o prejuicios, y alimentada por la información anacrónica que todavía aparece en las estructuras de aprendizaje de la educación formal. También puede provenir de esa visión religiosa que termina siendo la principal negación de Dios mismo, porque niega la vida, el amor, la ternura, el respeto a la diversidad. Que niega el origen mismo de la palabra “religión” (ligare: unir o enlazar).

Es innegable que paulatinamente avanzamos hacia la comprensión más científica pero también más libre, consciente y ética de que todos (gais, lesbianas, transexuales, bisexuales o intersexuales, heterosexuales) constituimos una sola especie, y nos toca aprender a convivir de maneras en las que la libertad de ser, más que un obstáculo sea el impulso más maravilloso para la armonía. Para ello es preciso que la educación (no solo la escolar, insistamos) sea el fruto de interrelaciones, de aprendizaje, de comprensión, discusión, diálogo abierto y de valores dirigidos al respeto a la diversidad. La sexualidad ha sido un factor de violencia en la historia humana, y cuando eso ocurre en contra de personas homosexuales, se eleva a niveles de hostilidad, de agresión y de abuso que no podemos ni debemos tolerar y propiciar. El lenguaje educativo tiene que tomar en cuesta esta historia.

No se nos olvide que nadie puede, con la ciencia en la mano, negar que cada individuo es un ser humano. Que su naturaleza y su derecho fundamental es ser visto como tal, como una persona con todos los derechos que deben respetársele. Así, la negación ética y científica de la igualdad en la diversidad que se encuentra en la homofobia, debe avergonzarnos cuando la propiciamos, ya sea por maneras descaradas como la violencia y la hostilidad, o mediante las bromas o las conductas de desprecio, distancia o descalificación.

Heterosexuales y homosexuales solo somos distintos en nuestras manifestaciones, orientación y preferencias sexuales. Pero somos absolutamente iguales como seres humanos, personas y sujetos de derechos. Además, ¿no de diversidad está hecha la vida en todas sus expresiones y posibilidades? ¿Cuál es el terror que sentimos ante la diversidad sexual, así como todas las otras maneras de ser distintos, que tampoco niegan nuestra igualdad en dignidad?

La sexualidad ha sido un factor de violencia en la historia humana, y cuando eso ocurre en contra de personas homosexuales, se eleva a niveles de hostilidad, de agresión y de abuso que no podemos ni debemos tolerar y propiciar. El lenguaje educativo tiene que tomar en cuesta esta historia.

Fuente: [http://www.s21.gt/2016/06/vergonzosa-homofobia/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Carlos Aldana Mendoza
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