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Renacimientos inexplicables

Javier Payeras

¿Por qué en un país como Guatemala -donde la mejor censura es la indiferencia- aparecen tipos tan brillantes, con tanta sensibilidad en estado puro, con tanta imaginación fijada en las cuatro esquinas de nuestro vacío humano? ¿Porqué en el Este del Edén de cualquier sociedad culturalmente evolucionada, surgen estos renacimientos inexplicables? Eso me pregunté durante el funeral de Efraín Recinos, luego de que una amiga diera gracias a Dios porque el maestro había muerto de forma natural y no a causa de la violencia. El comentario me hizo aterrizar en una realidad muy lejana a los homenajes y a los elogiosos discursos que llenaron la ocasión. Encontrándome con una galaxia de oradores espontáneos que nunca he visto ni a un centímetro de distancia de la lucha artística de este país. Entre políticos, medios de comunicación, empresaurios y funcionarios, el reconocimiento auténtico de sus amigos y admiradores se diluyó en la demagogia más conservadora y oportunista de los nacionalistas de ocasión, esos cazadores de “orgullos chapines” que no apoyan a quienes inician sueños, sino a quienes los han alcanzado llevando todo en su contra.

Durante la ceremonia pude recorrer con la vista el legado más visible de Recinos. El Centro Cultural Miguel Ángel Asturias, una enorme escultura habitable que asoma desde una colina que comparte con un ex-cuartel. No existe otro monumento tan grande a la voluntad creativa y a la excentricidad de los guatemaltecos. De los guatemaltecos distintos: los que aún descubren humanidad entre tanto conformismo adocenado, entre tanto egoísmo y tanta abyección política. Los distintos, los que no están dispuestos a hacer las cosas por dinero, los que tienen una idea y la persiguen de oficina en oficina, de calle en calle, de poco en poco, encontrándose que los únicos que pueden darles algo son aquellos que están igual que ellos, persiguiendo una existencia menos superflua y menos patética que la de la mayoría.

Qué mal que tengamos unas elecciones tan sombrías (como todas las que hemos tenido), qué bueno que hallamos tenido a un Efraín Recinos… tal vez y no estemos tan, pero tan solos.

Fuente: [http://soledadbrother.blogspot.mx]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Javier Payeras
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