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Raleado en la USAC

Rolando Enrique Rosales Murga

Como veníamos comentando en la ocasión anterior, a nivel nacional se vive muchas maneras de discriminación, pero de la que ahora voy a hablar muy poco se ha dicho, ya que es casi imperceptible, puesto que forma parte de la tradición sancarlista.

Al ingresar a la Universidad de San Carlos uno espera encontrarse con una academia en la cual se puede expresar con total tranquilidad, ya que su criterio será respetado. El alumno de primer ingreso llega con todas sus ilusiones y buscando ser alguien en la vida, pero rápido se topa con dificultades en su desarrollo, tales como la imposición de dogmas, el veto de su libertad de emisión del pensamiento y otras diferencias que no tendrían razón de ser.

Antes que nada, esto que escribo lo he vivido en carne propia, y he tenido la oportunidad de platicar con compañeros de diferentes facultades que me han confirmado lo que yo he podido experimentar. Uno de los principales problemas es el derecho a opinar, ya que hay catedráticos creacionistas que se burlan de los alumnos escépticos o ateos (yo recibí la clase de Filosofía del derecho por parte de un catedrático fanático religioso, y me usaba de ejemplo cada que hablaba de los ateos, me intentaba hacer sentir culpable de mi elección por el método filosófico); procedo a citar textualmente una frase de una catedrática religiosa en las aulas de primer ingreso que escuché en persona : «Hay muchos imbéciles que entran a estudiar a esta facultad y luego de un par de semestres leen a otro más imbécil que ellos que se llama Federico Nietzsche, que dice que no cree en Dios, a éstos les digo que conmigo pierdan las esperanzas de ganar el curso». No recibía tareas a los alumnos que le caían mal, no se le podía rebatir un argumento porque uno se convertía automáticamente en su enemigo mortal, como es el caso de los alumnos que piden revisión de examen y el licenciado que les dio clases ya no les vuelve a dirigir la palabra jamás.

De verdad, hay ocasiones en las cuales exigen tener la razón muchos catedráticos, además de reprimir por razones de orientación sexual, capacidad adquisitiva o inclinación política.

Se le denomina raleo al control de calidad que efectúa el catedrático al ponerle cierto grado de dificultad a las pruebas, para que aprueben la materia quienes en verdad hayan estudiado, pero se ha denominado raleo también a la discriminación que hacen ciertos catedráticos de aislar a los alumnos, discriminarlos, incluso decirle a los otros compañeros que si no quieren perder el curso no se junten con X persona.

En mi caso, he vivido represión de parte de grupos como el honorable comité de huelga de mi facultad, el cual es el mismo desde antes que yo ingresara y ya llevo cuatro años en la facultad. Por criticar el hecho de que encierren a los alumnos o que vendan cosas mucho más caras dentro del centro universitario, ha sido suficiente para intentar ser difamado por todos los medios, hasta que llegamos a un acuerdo, y ahora se habla de no volver a sacar alumnos en boletines.

Entre catedráticos y grupos estudiantiles pueden hacer que la experiencia del alumno no sea la más satisfactoria, sino la más desagradable, al ver que no puede expresarse libremente en el lugar que es para expandir la mente, robustecer el conocimiento y compartir ideas.

La universidad debe volver a florecer con crítica y autocrítica, dando libertad de opinión al alumno, no haciendo cacería de brujas con quien piense distinto.

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Rolando Enrique Rosales Murga
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