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Imprescindible llamado a la convergencia nacional

No somos tan diferentes como nos lo han dicho o como lo  hemos creído.

Marcela Gereda

Estos días recientes he estado escuchando a diferentes intelectuales, campesinos, artistas y empresarios preguntarse por aquello que nos une como guatemaltecos. Es decir, cuáles podrían ser los elementos para forjar un interés nacional y tomar ello como punto de partida para preguntarnos qué país queremos a corto y mediano plazo y cómo van a participar los diversos sectores en ese plan para democratizar nuestra injusta economía.

Algunos hablan de que lo que nos une es la historia de la que todos somos producto. Otros mencionan el deseo común de un país más justo. Pero también hay quienes mencionan que lo que más tenemos en común los guatemaltecos es el resentimiento y la indignación.

En las sociedades dogmáticas y sin capacidad de diálogo como la nuestra, donde desde los medios hegemónicos se repite que “la realidad es una e indiscutible”, para evadir el debate de ideas, muchos no tienen otro recurso que el de aplicarnos a todos la “lógica del resentimiento”. Y detrás de este descalificativo de llamarnos “resentidos”, hay un intento de silenciamiento de las ideas. El argumento del resentimiento no tiene análisis ni capacidad explicativa alguna, negando que la realidad es múltiple, inabarcable e infinita.

Son estos los recursos ideológicos que un grupo utiliza para reproducir su dogmatismo, trasladando así su forma de ver y de estar en el mundo. Y para ello, echa mano de los medios a su alcance, llámese alguna universidad o uno que otro programa de radio o televisión.

La incapacidad de debatir y el intento del silenciamiento del pensamiento y de las ideas no cabe en una democracia. Cabe solamente en el oscurantismo nefasto, pero al fin tan presente, que vivimos.

La calidad de la política y de la sanidad de una sociedad está dada entre otras cosas por la capacidad de dialogar y debatir ideas. Dialogar es lo contrario de combatir. Dialogar exige renunciar a los fundamentalismos que llevan a no pensar. Supone salir de dogmatismos y de creerse dueños o poseedores de “La verdad”.

Cuando hace algunos años escribí, de un colegio privado de las elites, uno de los padres de familia me escribió: “lo que pasa es que usted está resentida por no tener una ‘suburban’”, y me dio algo de risa. Desde esta lógica y perspectiva el “resentido” es aquel que no accede a los mismos recursos que “ellos” (los que nos tildan de “resentidos” si poseen). Pero aquí los prejuicios y la polarización son tan profundas que no hay quien se salve de ellos. La derecha ve a los campesinos como comunistas criminales resentidos. Y muchas veces al empresario se le ve como el diablo. La realidad es mucho más compleja que esa relación dicotómica.

Es curioso, pero la sociedad guatemalteca evade el debate y huye de su propia historia. Hay que hacer emerger a todos esos artistas que están en el olvido y marginalidad porque ellos pueden aportar a la construcción de una identidad nacional.

A la vez causa esperanza observar esos brotes de indignación traducida en acción que llevan a unos sectores a empezar a acercarnos a conformar acuerdos mínimos sobre nuestro futuro.

En estos acercamientos para crear diálogo y convergencia nacional es fundamental abordar cómo acabar con una economía de monopolios en la que muchas veces no se da la libre competencia y generar un plan de acción inmediato para el crecimiento de las capas medias.

Definitivamente, los 16 muertos diarios y los jóvenes que siguen migrando por falta de salarios justos y de oportunidades laborales, los índices de pobreza, desigualdad, desnutrición y falta de educación indican que no estamos ni cerca de haber alcanzado “la sociedad deseada” como muchos creen dado el crecimiento económico.

La derecha ve a los campesinos como comunistas criminales resentidos. Y muchas veces al empresario se le ve como el diablo. La realidad es mucho más compleja que esa relación dicotómica.

Aquí hay mucho que nos puede unir y es acaso momento de empezarlo a reconocer al salir de nuestras trincheras y tomar consciencia que no somos tan diferentes como nos lo han dicho o como lo hemos creído.

La semana pasada le escuché decir a la cantautora Sara Curruchich que lo que nos une como guatemaltecos es el hecho de estar vivos, respirando en esta misma geografía. Esta es acaso razón suficiente para salir de nuestra incapacidad de debatir. Salgamos pues al encuentro de esos otros (que también somos nosotros) para llegar a acuerdos del país que queremos y cómo lo vamos a lograr. Unámonos en nuestra diversidad cultural, de clase y de etnia para entre todos armar el rompecabezas que hasta ahora parece imposible.

Fuente: [www.elperiodico.com.gt]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Marcela Gereda
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