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Guatemala y su independencia desvaída

Danilo Santos

A Guatemala se le ha venido apagando la libertad y la independencia que los aparatos ideológicos del Estado han mantenido a fuerza de rifle y espada militar para hacernos creer en un falso patriotismo lleno de símbolos que se han convertido en nuestra peor cárcel y condena.

Esta esencia nuestra, que a veces se olvida, nos tiene hoy aquí. Han pasado años y centurias, “linajes”, resistencia, obcecación y penurias; vándalos, adelantados, advenedizos, caciques prefabricados y “guatemalidades” espurias. Todavía truenan los tambores en septiembre y los vividores pasan de casa presidencial a la cueva donde se ha fabricado la opulencia vergonzante de unos y el rapiñar insultante de otros, y para las mayorías: penurias. Mientras ellos, “padres de la patria” se creen cristos, nosotros recurrimos a la resistencia de la semilla guardada con cariño, el mejor grano, el más fuerte; del que brotamos, aunque no llueva, el que nos hace sobrevivir a dormilones, crápulas y nepotistas que con sus desvergüenzas les ponen a estas cadenas, más eslabones.

Nos viene de dos hermanos, astutos, rebeldes; de una abuela feroz, de ensayar una y otra vez hasta dar con nosotros. Somos barro y se nos nota en la piel y en cómo nos dejamos moldear sin perder precisamente nuestra esencia. Hoy vasija, mañana adobe, hoy tierra que nutre, mañana casa que alberga. Somos, sí, puerta hacia adentro y abrazo apretado, silencio, hombres y mujeres observando cielos nocturnos y construyendo lo que después vendrán a estudiar y admirar mientras pasan frente a nuestra obra más grande sin darse cuenta: esta sangre “manchada” alegremente con tres continentes.

Queda un rescoldo de leños a medio quemar, ni son braza ni leño; molestan, y cuando los creés apagados queman, y cuando los creés encendidos solo hacen humo. Se esconden tras la pólvora y no dejan el oficio de pistoleros que les dieron los gachupines, cuidan lo de otros y birlan lo propio llamándole peaje: después con grado, boina y fusil; fundaron la línea, institucionalizaron el robo y ni su patrón ni nosotros nos salvamos de su ladronismo vil.
Vamos a sus misas y sus cultos, a sus marchas y discursos. Pasamos de episcopales barrigas con escapulario, al diezmo implacable de los engominados pastores, cambiamos culto por hostiario. Callados, sin que entiendan lo que dicen nuestros ojos y silencio, vamos despacio, como solemos ir; caminando y caminando, llegando más lejos que cualquiera y dejando en el camino a los que vinieron a salvarnos. Falta una montaña, una vuelta, un camino, falta; pero hemos avanzado sin cansarnos. Celebramos su septiembre con los desfiles militares de ayer y la ruidosa aculturación de ahora; juramos a su bandera de rifles cruzados, sables y laureles: al pharomachrus mocinno su libertad e independencia le huelen a mazmorra y mentira cobarde.

Queda nuestra esencia, terca, desconfiada, desconocida aún en este siglo. Nuestra vocación de sembrar y sobrevivir a todo. Quedan intentos nuevos y lágrimas de contento que se emocionan con un cogollo. El horizonte ignorado por la ceguera, por el ruido de las cabezas parlantes y los que encontraron gallardía en hacernos la guerra.

Nuestra estrategia funcionó: aquí estamos construyendo un futuro de razas y sangres mezcladas donde quepamos todos y no solo traidores y sus mercedes aduladas.

Fuente: [http://sanatevergueador-dalekos.blogspot.mx/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Danilo Santos Salazar