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Al segundo debate entre Trump y Clinton

Estos debates entre Trump y Clinton dan cuenta de los niveles de polarización en la sociedad norteamericana.

Marcela Gereda

Hace unos días escuchamos el primer debate entre Donald Trump y Hillary Clinton. Esta noche tendrá lugar el segundo debate. Escuchándolos no podemos sino sentir que todo esto es una gran tomadera de pelo. Es decir, ¿cómo un menudo payaso como lo es Donald Trump pretende dirigir el mundo? Definitivamente ese tipo de personalidades excéntricas como el magnate, son solo posibles y producto del capitalismo salvaje.

¿Cómo un mentiroso y cínico pretende gobernar el país más poderoso del planeta? una “celebridad” convertida por su propia industria del espectáculo, que teniendo una postura anti-inmigrantes haya llegado a donde está resulta surrealista. Su candidatura habla más sobre el mundo en el que vivimos hoy, que sobre el propio millonario pobre y descabellado; sus deformadas percepciones, son tristemente, percepciones compartidas por una gran parte del pueblo norteamericano.

Con su clara postura antiinmigrante e ignorando que los centroamericanos no son mexicanos dijo alguna vez Trump: “México no es nuestro amigo”, reclamó abiertamente que México no envíe a Estados Unidos “a los mejores, sino a la gente que tiene problemas (…) vienen del país vecino personas que traen drogas, crímenes, violadores…

Hasta el momento ningún estudio serio sobre migración ha permitido afirmar que el reforzar una frontera detiene el flujo de migrantes. No solo ignora que un flujo migratorio responde a procesos demográficos, políticos y sociales que se agarran en un contexto económico, sino que es su país el que demanda una economía de Narco que hace que nuestros países estén en guerra precisamente por los mercados de esa droga consumida en el Norte.

Estados Unidos (tal cual lo expresó Trump) criminaliza la migración indocumentada por razones de política interna y de lógicas electorales, pero calla que sus doce millones de indocumentados –entre ellos poco más de un millón de guatemaltecos– son la base de su economía, de su agricultura, de su industria, y del confort de vida de centenares de miles de hogares sin la cual no podrían funcionar un solo día. Es risible y cínica su postura ya que Trump no sería el magnate inmobiliario que es si los indocumentados no hubieran construido sus edificios.

Por este oportunista de Trump que hoy se enfrentará a Clinton, ignora que algunos migrantes parten a buscar trabajo porque el modelo económico y productivo estadounidense necesita mano de obra indocumentada, más barata, flexible, versátil.

Pero, ¿qué expresan esos discursos y debates inocuos entre Trump y Clinton? Tal y como lo recuerda un conocido pensador: “la humanidad se ha convertido ahora en espectáculo de sí misma. Su auto-alienación ha alcanzado un grado que le permite vivir su propia destrucción como goce estético”.

La sociedad globalizada-consumista, esa prometida por la “modernidad” nos empuja a cambio de nuestro tiempo y dinero a un proceso de auto-destrucción; alienación y vaciamiento.

La cultura e industria del espectáculo que promueve Trump (con Miss Universo y otras), es una que conquista almas, mentes, voluntades y cuerpos, impone modelos y formas de vida planetaria en un nocivo y particular modo de representar el mundo; en el que se nos impone el mundo de lo falso, lo banal, lo frío y lo vacío: nuestra auto-destrucción.

En ese banal e ilusorio espectáculo, el ser humano es consumido por una fuerza más fuerte y poderosa que la de nuestra capacidad de análisis y nuestra capacidad de amar, y de sentirnos miniaturas insignificantes frente al cosmos. Pero la industria insiste con su show de muerte que nos aleja del pensamiento crítico.

Estos debates entre Trump y Clinton dan cuenta de los niveles de polarización en la sociedad norteamericana, hablan de un mundo descabezado y desbocado en el que la concentración de la riqueza es demencial, en el que perdimos nuestra condición de “sapiens” para ceder a actual proyecto de “imbecilización” de la humanidad y del cual personalidades como Donald Trump (junto a otros como él) es amo y señor y en el que se reduce al humano a la nada, al vacío, formando así sociedades incapaces de explicar el mundo en el que vivimos, incapaces del sentido de solidaridad y de empatía. Un mundo en cada vez más deshumanizado, dominado por dinero, y por ello un planeta en el que todo indica que vamos seguros caminando hacia nuestra propia auto-destrucción.

En ese banal e ilusorio espectáculo, el ser humano es consumido por una fuerza más fuerte y poderosa que la de nuestra capacidad de análisis y nuestra capacidad de amar, y de sentirnos miniaturas insignificantes frente al cosmos.

Fuente: [www.elperiodico.com.gt]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Marcela Gereda
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