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“No tengo la ilusión de vivir en una democracia”: Jody Williams

Luchó por defender la paz en Vietman y en Centroamérica, luego le apostó a la prohibición de las minas antipersonales alrededor del mundo, y lo logró. Le otorgaron el Premio Nobel de la Paz por liderar la campaña contra este tipo de explosivos. Ahora, la activista presenta su libro autobiográfico La hippie que llegó a ser Nobel de la Paz y analiza su carrera como defensora de los derechos humanos.

¿Cómo comenzó su indignación por la guerra de Vietman?

– Estaba estudiando en la Universidad de Vermont, en aquel entonces había la obligación de pasar tiempo en las fuerzas armadas de mi país, entonces, algunos de mis amigos tenían que ir a la guerra. Todo Gringolandia estaba protestando por la guerra, porque no entendíamos muy bien el porqué ir a un lugar en donde la mayoría no sabía ni dónde era. También fue el tiempo de Martin Luther King, del movimiento feminista que estaba renaciendo, y de todas esas revoluciones. Mi primera protesta contra la política externa intervencionista de mi país fue en mayo de 1970, pero fue como estudiante.

¿Cómo fue esa manifestación?

– Fue parte de una protesta nacional que se formó en todas las universidades del país. Habían declarado un día de paro, de no ir a clases. Me junté con los estudiantes de mi Universidad y nos sentamos en un parque. Las universidades tenían mucho miedo porque hubo algunos casos en donde los estudiantes se pusieron violentos. Está el caso famoso de Kent State University, cuando los soldados mataron a cuatro estudiantes que no estaban haciendo más que protestar y otros nada más estaban caminando hacia sus aulas. Con esos acontecimientos cambió completamente la forma en que veía a mi país. Salí de la universidad, y como mucha gente no sabía qué hacer. Fue muchos años después cuando me metí en la guerra de El Salvador.

¿Cuándo se enteró de lo que sucedía en El Salvador?

– Fui a una reunión en donde un joven de allá estaba hablando de la intervención que estaba haciendo mi país en su país y que estaban pagando eso con mis impuestos. Me enojé, me sentí casi como me había sentido con Vietman. Al final de la reunión pasaron un papelito para gente que quisiera ser voluntaria, firmé y asi empezó.

Mi primer viaje hacia la región fue en noviembre de 1984, a Nicaragua. Antes de eso, me enteré de que el gobierno estadounidense estaba jodiendo al gobierno sandinista y que la CIA también estaba involucrada en el apoyo a los contras. Pasé dos años educando a los gringos sobre lo que el país estaba haciendo, pero luego volví a trabajar sobre El Salvador. Después del 84 iba y volvía de Nicaragua a El Salvador y también a Honduras.

En El Salvador, usted sufrió un ataque de parte de un elemento de los Escuadrones de la Muerte, ¿qué fue lo que pasó?

– Por idiota salí a cenar con un hombre que conocí en el hotel donde estaba. No sé por qué, pues me di cuenta que no era de la misma mentalidad de mi gente, pero estaba aburrida, entonces fui. Y cenando, él me contó sus aventuras en el Escuadrón de la Muerte. Me contó que había estado en el carro con Roberto d’Aubuisson (militar y político
salvadoreño, fundador del partido de ultraderecha Alianza Republicana Nacionalista, acusado de dirigir los escuadrones de la muerte y del asesinato de monseñor Romero), cuando estaban rodeando la casa de Robert White, embajador estadounidense en El Salvador de esa época, amenazándolo porque él había cortado la ayuda militar cuando el Ejército había asesinado a cuatro monjas de Gringolandia. Él me contaba sobre la noche maravillosa que había tenido, estando en el carro con ese idiota con sus armas. Y yo solo le decía “Ah, qué interesante…”, pero por dentro pensando: “¿Cómo pasó esto? ¿por qué estoy escuchando estas cosas?”. Después me di cuenta de que me estaba contando eso para darme miedo, pero, por idiota, nada más me sacó de onda, no me asustó. Terminamos, me dejó en mi hotel y yo estaba feliz porque me iba a acostar, leer un libro y ya no pensar en ese idiota. Estaba yo en mi
habitación y alguien tocó a la puerta. Creí que era la seguridad del hotel para darme algún aviso, tal vez había olvidado algo en la entrada. Fue un ataque sexual. Saliendo me dijo: “Sabemos quién eres y dónde
andas”. Al día siguiente, fui a una zona de la capital donde nunca había estado, para buscar la oficina de una organización. Estaba caminando y se detuvo un carro a mi lado. Me dí la vuelta y era él. Me dijo: “¿Quieres un ride?”. Soltó una carcajada y se fue. Eso me sacó más de onda. Estaban intentando darme miedo, pero no pasó.

¿Nunca denunció eso?

– En ese momento, no. Fue hasta 2008 o 2009 que escribí un monólogo que presenté en un teatro de Nueva York frente a 2 mil personas. Por varias cosas, porque no me afectó, entendí muy bien lo que estaba pasando. Muchas mujeres quedan traumatizadas, pero no me afectó así, nada más porque soy diferente, tengo la capacidad de guardar las emociones en una cajita y tirarlas. Tal vez por todo lo que pasó en mi casa con mi hermano que fue violento. Entonces, sólo pensé lo que había pasado, pero no lo sentí. Para mucha gente es muy difícil entender eso.

¿Su hermano era violento con usted?

– Más con mi mamá. Él nació sordo, pero le dio esquizofrenia paranoica violenta en su adolescencia. Al principio pensamos que era cosa de adolescentes, porque de cinco hijos, solo él nació sordo y le echaba la culpa a mi mamá. Pero, no fue hasta que tenía 44 años que le dieron un diagnóstico sobre su condición, obviamente tenía algo, pero nunca lo supimos claramente. Luego le empezaron a dar medicinas y se calmó. Pero, me metí con él defendiendo a mi mamá, le pegué, me pegó…

 

Volviendo al tema de la guerra, ¿cuándo se enteró sobre las minas antipersonales y cómo comenzó su esfuerzo por eliminarlas?

– Eso fue cuando yo estaba intentando salir del trabajo de Centroamérica. Ya después de una década estaba cansada. Quería hacer algo diferente, además estaban ya en negociaciones de paz. No tenía idea de lo que quería hacer. Pero, me llamó un veterano de Vietman, jefe de una organización de veteranos. Fui a su oficina y me propuso hacer una
campaña desde la sociedad civil organizada para buscar la prohibición de las minas antipersonas. Me interesó mucho porque era diferente, era un asunto mundial y tendría que aprender temas nuevos.

¿Quiénes fueron sus opositores en este proyecto?

– Los militares, y más los de mi país.

¿Tuvo algún conflicto con ellos? ¿La amenazaron o alguna intimidación?

– Bueno, sí nos peleamos, pero cara a cara. Hasta la fecha, Gringolandia no es de amenazar así como en estos países.

¿Cuándo logra la prohibición de las minas?

– Comenzamos la campaña en octubre 1992 y se aprobó el tratado en noviembre 1997. En términos diplomáticos fue muy rápido. El país que nos dio más problemas fue Gringolandia, pero no era nada nuevo, eso lo esperábamos.

Usted califica a las minas antipersonales como el soldado eterno…

– Sí, por eso no fue imposible lograr el tratado. Es diferente, si estás en un conflicto armado con tus armas y se logra la paz, las armas se regresan y ya no hay problemas. Pero, las minas las tiran, ahí están y ahí se quedan. Pueden matar hasta ocho décadas después de que las hayan puesto. Según las leyes que ya existían, esas minas eran ilegales.
Ahora, son 163 países los que forman parte del tratado y 36 países han logrado desminar toda su tierra.

¿Cómo califica la intervención de su país en Guatemala?

– Después de Vietman he trabajado para intentar detener las intervenciones militares de mi país. Creo que es el país más agresivo del mundo, es obvio, solo se tiene que ver la lista de intervenciones desde los primeros días de la República. Es una lista impresionante, y mi país nació del genocidio. Y todo el mundo todavía se fija en la Segunda Guerra Mundial, en la imagen del Ejército gringo bueno, salvando el mundo y usan esa visión para justificar todas las intervenciones diciendo lo que la gente quiere. Hago lo que puedo para educar a mi gente que cree que Gringolandia es un país pacífico.

¿Es democrático Estados Unidos?

– ¿Cuál país lo es hoy en día? Son dos partidos y pueden escoger entre uno de este o uno de este, ¿eso es democracia? Yo asumo mi obligación como ciudadana y voto, pero no tengo ilusión de vivir en una democracia. Obviamente es mejor que unos países, pero también es peor que otros, como Noruega y esos.

La táctica de Estados Unidos en Latinoamérica ya no es militar, el año pasado en Guatemala se dio una crisis política en la que Estados Unidos tuvo un lugar protagónico. No se califica abiertamente
como una intervención, porque no fue un golpe militar, ¿Qué piensa usted de esas nuevas estrategias?

– Son iguales para mí. Intervención es intervención. Me gusta no ver gente civil muerta por las intervenciones directas. Pero, las guerras que hace mi país no son porque tienen ganas de hacer una guerra, sino porque el país que están atacando tiene un recurso que Gringolandia quiere, es por eso. Pero, la mayoría de la gente de mi país cree que si Gringolandia se mete en cuestiones de otros países es porque quieren hacer una democracia como Gringolandia. No entienden que solamente tiene que ver con dinero y recursos.

Fuente: [http://elperiodico.com.gt/2016/05/15/domingo/no-tengo-la-ilusion-de-vivir-en-una-democracia/]