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Dos Amaneceres escribe a nuestro pueblo, a su pueblo:

“Y levante mi cara y levante mis ojos al mundo estrellado y rece porque la materia evolutiva de Corazón del Cielo, Corazón de la Tierra oyera mis plegarias sobre Iximulew/Guatemala. Y desde el valle de Xesuc donde me encontraba,  siguiendo el sendero que conducía a la vieja Chuimekená en  la sagrada tierra del Kiche’, divisé en  lo alto la claridad de los cielos de un nuevo  y luminoso Wajxaquib’ B’atz como símbolo de esperanza  y de pronto supe  entonces que se acercaba, trayendo consigo el inicio de la nueva era.

Y comprendí que un nueva senda emprenderíamos como pueblos, bajo la protección del blanco camino y que nuestras familias y que nuestras siembras serían bendecidas con el nuevo alimento  de la caña renovada y resguardada por la fuerza de nuestras mujeres jaguares venidas de nuestras sagradas montañas. Días de abundancia y de prosperidad están por venir, así lo trinan incesantemente  los pájaros de la prosperidad y así lo garantiza la fuerza de nuestros ancestros y así lo bendice la sabiduría  proveniente del pensamiento de nuestros mayores.

Atrás quedará la pena, atrás el llanto, el dolor y la angustia, atrás quedará el sufrimiento que en muchos baktunes hemos sufrido, porque el guardián de nuestro bienestar ha hablado y una nueva, fuerte, sabia  y justa autoridad caerá como fresca lluvia. Entonces brillará sobre nuestra cabeza el quinto sol esperado por nuestros padres, porque acudimos como testigos a presenciar el último aliento de este siglo de oscuridad.  Porque el mar intranquilo de nuestras dudas, de nuestros temores, de la locura infundada en nuestros pueblos, de aquellos pleitos que nos dividían, serán superados y presentados como ofrenda de paz y de concordia ante el altar de los sagrados vientos.

Un nuevo amanecer siete veces mejor que los amaneceres de hoy se nos concederá y verán nuestros hijos e hijas y los hijos e hijas de estos, el arribo del sagrado fuego de la libertad contra cualquier forma de opresión  y veremos en el horizonte una nueva humanidad y entonces daremos tributo y gracias a nuestros  antepasados y a los padres de estos,  porque de las cuatro esquinas del mundo se reunirá y apoyará la autoridad del bien para todos y se sembrará la base de  un universo lleno de amor, de sostén y de vida a través de la nueva semilla.

Porque la ofrenda del dolor ya  la hemos dado sus padres y los padres de estos, cosas que vivimos en este tiempo y que serán recordadas para que no sean olvidadas y no vuelvan a ocurrir. Ante la ley invencible del amor, de la justicia y  de la paz nos rendiremos y  un nuevo mundo nos será dado, un mundo mejor para todos y todas sin distinción”.

Dos Amaneceres así escribió estas líneas, en  el valle de Xesuc, cercano a la vieja Chuimekená, en un  algún día en que  las siete semillas brotaron en  este nuestro año  5,124.

Luis Zapeta Mazariegos
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