Mes: septiembre 2010

El suicida, de Mario René Matute.

Extraer la tolva, retirar el perno axial y retirar todas las piezas, como si se tratara de un rompecabezas, otorga una sensación sobre la maquinita. Luego tornar a colocar cada pieza en su sitio, el cañón, la recámara las partes de la cacha y por último, volver a situar la tolva para sentirse verdaderamente dueño del poder de la escuadra.

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Tréboles bermejos, de Mario Roberto Morales.

Desde mi escritorio en el Vermont Studio Center (VSC) veo pasar el río Gihon. Pesados ramajes caen sobre su ribera. En los claros del bosque las hojas muertas tapizan el suelo con colores radiantes. Los tréboles rojos, amarillos y anaranjados vuelan por el ambiente desde que las florestas empezaron a mostrar los cambios de coloración del otoño. En las mañana soleadas el viento frío arrastra las hojas, las levanta en remolinos y las vuelve a colocar como una alfombra que cruje bajo los pasos de la gente.

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Homenaje a Edgar Rubén Ortíz Santizo, de Otto René Hernández García Laguardia.

A la memoria de
EDGAR RUBEN ORTIZ SANTIZO

Cuando se muere alguien que nos sueña se muere una parte de nosotros.
MIGUEL DE UNAMUNO

Cada guatemalteco carga su muerto y habrá algunos que puedan darse el lujo de cargar a más de uno.
Unos lo hacen porque se los llevaron por delante y otros, como yo, porque nos lo arrebataron.
Ciertos guatemaltecos se llevaron a media población por delante y cargan no con uno sino con poblaciones enteras. Los genocidas Efraín Ríos Montt, Romeo Lucas García, Donaldo Álvarez Ruíz , Pedro Arredondo, Chupina, y para abreviar un poco, el ejército guatemalteco entero carga con cientos de miles de compatriotas “ nomás” por querer salvar a la nación del comunismo ateo.

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Cartas Perfumadas, de Oxwell Lbu

Caía la tarde y la noche empezaba a desplegar su manto tapizado de estrellas, la luna como una doncella mirando atreves de las cortinas de una ventana asomaba su rostro al firmamento y aquel muchacho llevaba el corazón contento, en el pecho una tarjeta para la niña de sus sueños, aun que a veces para sorprenderla las ponía en el correo aun que sabía que de aquella forma ,se perdía el ver sus ojos humedecidos y esa sonrisa que iluminaba su rostro, mas recibía a cambio un beso travieso y un abrazo en el que sentía los latidos de su corazón.

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